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grosor de un papel. Fatigado, el acromegálico dejó caer la piedra y miró con curiosidad
por el hueco elíptico. Era su primera ojeada al interior de la temida Colmena.
 Está oscuro aquí..., huelo como a podrido  relataba a la muchedumbre detrás de él .
Hay humanos ahí dentro..., unos individuos pequeños y gordos. Parecen armados y
esperando. Mejor será llamar a algunos de los hombres jóvenes más fuertes antes de que
abra más esta puerta.
La labradora rodó hasta la puerta llevando unos veinte fugitivos animosos. Estaban
riéndose y haciendo bromas hasta que vieron la puerta.
 ¿Pretendes entrar ahí dentro?  preguntó uno, incrédulo.
 Esta labradora puede hacer añicos esa puerta. ¿No es verdad, labradora?
La gran meca agro se detuvo bruscamente.
 No puedo causar daños..., sobre todo a otro ciber que está cumpliendo con su deber.
 ¿Puerta es un ciber?
 Ven, dame esa piedra, yo te enseñaré cómo se hace  dijo un individuo fornido.
Levantó la piedra y la lanzó contra la puerta. Los pequeños circuitos se rompieron. La
puerta se combó, sin mente.
El garaje se hallaba vacío, salvo las mecs. El suelo junto a la puerta estaba cubierto de
redes y pértigas, pero Seguridad había huido. Tanteando en la semioscuridad, los
fugitivos harapientos desfilaron hacia el interior con cuidado, tocando meca servos. Otros
meca agros mayores aguardaban en sus plazas viendo a los recién llegados con escaso
interés.
Moses y Hugh notaron el hueco de la puerta y entraron.
 Aquí hay un expedidor. Palillo, a ver cuánta comida puede suministrar  dijo Moses.
Colocó la ciberlanza contra el expedidor del garaje mientras exploraba los puestos de las
meca agros. Empezaron a caer algunas piezas pequeñas, lentamente al principio, pero
cuando Palillo consiguió descifrar la secuencia apropiada empezaron a caer pastillas de
proteínas sin parar. Hugh agarraba las antenas de las meca agros que encontraba y les
ordenaba que salieran Fuera.
 Esto está lleno de casquillos de energía. Podremos cargar las mecs, llenarnos de
pastillas de proteína y seguir camino en bastante buena forma  dijo  Hugh.
Moses sonrió.
 Llévate un puñado de hombres a esa otra bóveda. Estos garajes son bastante
estándar. Encontrarás las mismas cosas allí.
Escuadrones de fugitivos asaltaron veinte bóvedas ese día. El glaciar de cinco dedos
se convirtió en un ejército: el primero que había visto la Tierra en más de mil años. Las
meca agros se convirtieron en cargadores de personal armado: llevaban pastillas de
comida, raciones, piezas de garaje, armas.
Greyhound II se detuvo en el aire. El cazador con ojos saltones se deslizó por el arnés
y se posó sobre un saliente del terreno mirando a la masa de fugitivos. Demasiado lejos
para tirar con el arco. La nave se elevó para depositar otro cazador del otro lado.
 ¡Ahí hay uno!  gritó Hugh. Estaba de pie sobre el dorso de la labradora dirigiendo a la
gran mec patrullando la periferia. Los veinte fugitivos agitando porras saltaron de su taxi
mec y ahuyentaron al cazador desconcertado.
 ¡Déjamelo a mí!
 Este es mío.
Una flecha penetró en la carne del primer cazador, causándole sólo una rozadura de
tres pulgadas a lo largo de las costillas. Los cortes y cuchillazos que siguieron le
recordaban a Hugh algún tipo de ceremonia, más que una batalla. Los espíritus malignos
que pudieran habitar en ese cuerpo pequeño y blando, sin duda le habían abandonado.
Cuando acabaron, Hugh tenía otro arco.
Esa noche la labradora depositó un escuadrón de arqueros cansados en la fogata de
Moses.
 Así que los asaltantes han vuelto. ¿Qué tal?
 Hemos atrapado a siete cazadores antes de que pudieran matar. Dos se han
escapado. Hemos perdido ocho de los nuestros del ala derecha.
Moses sirvió sopa de un recipiente: un guardabarros invertido colocado sobre piedras y
carbones calientes. Las pastillas de proteínas cocían junto con restos de vegetales. La
cansada patrulla comió con avidez.
El día siguiente fue mucho mejor. El ejército se desplazó hacia el sur..., veinte millas
más irrumpiendo en doce bóvedas de ejes. Las mec agros secuestradas servían bien,
siempre que no se les pidiera que tomaran parte activa en la matanza. Ahuyentaban a las
naves cazadoras y atrapaban a los cazadores. Cada vez más gente de Moses tenía
armas. Las pastillas de comida robadas de la Colmena resultaron ser casi perfectas para
acallar el hambre por la noche.
Hugh estaba bastante satisfecho cuando se sentó en torno al fuego. Sobre las rodillas
acunaba su gran palo.
 Si las cosas siguen así de bien, no tendremos problemas en llegar a la frontera.
Moses se paseaba nervioso alrededor del pequeño grupo. El ejército masivo tenía
cohesión..., propósito. Sentía el poder que todo jefe debe sentir. Era el primer general de
la Tierra en un milenio. Esta noche podría conducir a su gente a cualquier parte, y le
seguirían. Extraño, pero sentía que tendría éxito, con la ayuda de Palillo. Se preguntaba si
todos los generales sentirían semejante optimismo.
A la mañana siguiente observó el horizonte con aprensión.
 ¿No son esas cosechadoras?
Hugh siguió el dedo índice de Moses que apuntaba a un ejército distante de máquinas
afanosas; volaba polvo y forraje.
 ¿Y qué?  dijo Hugh . Están cosechando. Mientras se queden por ahí y cumplan con
su trabajo...
La vista aguda de Moses y sus años viviendo en los jardines le decían que algo
pasaba. Se acercó corriendo a la labradora.
 Vieja mec, dime, ¿qué están haciendo esas cosechadoras?
La labradora enfocó sus ópticos. Tres millas era mucha distancia para ella, pero sólo
necesitaba el análisis espectroscópico.
 Cosechan los granos triples..., pero aún no están maduros.
Las sospechas de Moses se habían confirmado. Estaban cosechando una zona de tres
millas..., rodeando al ejército. Al poco tiempo la zona se hallaba cubierta por una capa de
espuma de siete pies. El sol coció los nutrientes de la espuma formando una capa
costrosa. Seguramente había auxinas e insecticidas a niveles casi tóxicos.
 ¡Romped las bóvedas!  gritó Moses. El ejército cubría aún una zona de tres millas de
diámetro. Torcieron y bloquearon los lanzadores de espuma. Penetraron en las diez
bóvedas de la zona, dejándolas sin suministros; vaciaron los expedidores. Los ciudadanos [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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