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estornudar de la parte donde estaba sentada la mujer. El marido pensó que era ella, y djole: Dios te ayude, como se suele decir; dio otro estornudo, y otro, y despus estornudó tantas veces, que el marido sospechó lo que poda ser y arrojó de s la mesa y alzó el perfumador, y halló debajo el gentil hombre, que con el gran humo estaba casi muerto, que no resollaba. Cuando lo vio, inflamado de su injuria, echó mano a su espada, que lo quera degollar, sino porque yo estaba presente y no me culpasen de la muerte de aquel hombre lo defend, diciendo tambin que no curase de l, que presto morira sin cargarnos culpa, segn estaba casi ahogado de la furia y violencia del azufre. l, como vio que le hara bien, ms por necesidad suya que por mi persuasión, amansado del enojo, sacó al adltero medio vivo y echolo en una calleja cerca de su casa. Yo, como vi la revuelta, dije a su mujer que huyese a casa de una vecina en tanto que al marido se le pasaba el enojo y se le amansaba el calor de la ira y dolor del corazón, porque con la rabia no dudaba que de s y de su mujer hiciese algn mal recado. As que yo, enojado de lo que haba acaecido en su convite, torneme a mi casa. Diciendo esto el tahonero, su mujer reprenda muy malas palabras a la mujer de aquel peraile, diciendo que era una mala mujer sin fe y sin vergenza, deshonra de todas las mujeres, que, pospuesta su honra y bondad, menospreciando la honra de su marido y casa, la haba ensuciado y deshonrado, por donde haba perdido nombre de casada y tomado fama de burdelera; y aun aada, encima de esto, que tales hembras merecan vivas ser quemadas. Pero sta, instigada y amonestada de la llaga que senta y de su mala y sucia conciencia, queriendo librar a su enamorado de la pena que tena debajo de la artesa, ahincaba mucho a su marido que se fuese a acostar temprano. l, como lo haba atajado la cena en casa de su amigo, por no irse a dormir ayuno y sin cenar, demandó a la mujer que le pusiese la mesa. Ella, aunque contra su voluntad, porque estaba para otro guisada, psosela delante muy de prisa y de mala gana. A m se me quera arrancar el corazón y las entraas habiendo visto la maldad pasada que hizo y la traición presente de tan mala mujer, y pensaba entre m cómo descubriendo aquel engao y maldad podra ayudar a mi seor, y a aquel que estaba como galpago debajo de la artesa hacer que todos le viesen. Estando en pena con esto, la fortuna lo hubo de proveer, porque un viejo cojo que tena cargo de pensar las bestias, ya que era la hora de llevarnos a beber, scanos a todos juntos, lo cual me dio causa muy oportuna para vengar aquella injuria; as que, pasando cerca de la artesa, vi que, como era angosta, tena fuera los dedos de la mano y psele el pie encima, apretando tan reciamente, que le desmenuc los dedos. El adltero, con el gran dolor, dio grandes veces, y alzando de s la artesa de manera que quedó descubierto a todos y fue publicada la maldad de aquella mala mujer. El tahonero, cuando esto vio, no se curó mucho por el dao de la honestidad de su mujer; antes, con el gesto sereno y alegre, comenzó a hablar al mozo, que estaba amarillo y temeroso de muerte, y halagndole, dijo de esta manera: -No temas, hijo, que de m te pueda venir mal ninguno, porque yo no soy brbaro ni hombre rstico, ni tampoco hayas miedo que te matar con humo de piedra azufre mortal, como mi vecino el peraile, ni tampoco te acusar para degollarte por la severidad del derecho ni por el rigor de la ley de los adlteros, siendo t tan hermoso y lindo mancebo. Mas cierto yo te tratar igualmente con mi mujer, y no te apartar de mi heredad; ms comnmente partir contigo y sin ninguna disensión ni controversia; todos tres moraremos en uno, porque siempre yo viv con mi mujer en tanta concordia, que, segn la sentencia de los sabios, siempre una cosa agradaba a entrambos. Pero la misma razón no padece ni consiente que tenga ms autoridad la mujer que el marido. Con estos halagos burlando llevó al mozo a su cmara, aunque l no quiso, y la buena de su mujer encerrola en la otra cmara. Otro da de maana, como el Sol fue salido, llamó a dos valientes mancebos de sus criados y mandó tomar al mozo y azotarlo muy bien en las nalgas con un azote, dicindole: -Pues que t eres tan blando y tierno y tan muchacho, por qu engaas a tus enamoradas y andas tras las mujeres libres y rompes los matrimonios, y tomas para ti muy temprano nombre de adltero? Dicindole estas palabras y otras muchas, habindolo muy bien azotado, echolo fuera de casa. Aquel valiente y muy esforzado enamorado, cuando se vio en libertad que l no esperaba, aunque llevaba las nalgas blancas bien azotadas de noche y de da, llorando, huyó. El tahonero dio carta de quito a la mujer y luego la echó de casa. Ella, cuando se vio desechada del marido y fuera de su casa, as con verse injuriada como con la gran malicia y natural perversidad de corazón, tornose al armario de sus maldades y armose de las artes que comnmente usan las mujeres, y con mucha diligencia buscó una mala vieja hechicera, que con sus maleficios y hechizos se crea que hara todo lo que quisiese. A esta vieja dio muchas ddivas, prometindole mayores, y rogó con gran afección que hiciese por ella una de dos cosas: o que amansase a su marido y le reconciliase con l, o, si aquello no pudiese acabar, que enviase alguna fantasma o algn diablo [ Pobierz całość w formacie PDF ] |